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jueves, 31 de marzo de 2011

Una cucharilla para evitar que las bebidas pierdan el gas

El truco probablemente ya lo conocéis : si os queda cava, champán o cualquier otro tipo de bebida espumosa o carbonatada una manera rápida y sencilla de evitar que pierda el gas consiste en colocar una cucharilla de postre invertida en el cuello de la botella.
Pero, ¿es esto cierto o forma parte de una leyenda urbana? La verdad es que científicamente no se sostiene por ningún lado. El gas disuelto, dióxido de carbono, tiende a “escapar” del líquido y dicho proceso de pérdida aumenta con la temperatura. Para evitar esta inevitable pérdida sería preciso “re-embotellar” el líquido con la misma presión con la que fue embotellado en la fábrica y no estaría mal disminuir la temperatura por aquello de que se ralentiza la pérdida de dióxido de carbono.
Lo primero se puede solucionar con un tapón hermético pero su efectividad es bastante escasa porque enseguida el gas se abre paso por minúsculas aberturas. En cambio con un tapón hermético dentro de la nevera la pérdida es mucho menor. Evidentemente la cucharilla no tiene nada de hermética. De hecho baila en la boca de la botella desafiando la lógica. Por tanto, ¿cómo es posible que funcione? (porque de hecho funciona).
Cada Navidad me enfrentaba al mismo estúpido dilema así que este año decidí llegar al fondo de la cuestión visto que Internet no me daba ninguna solución. Después de varios experimentos creo que se debe a que la cucharilla es un tapón “térmico. Me explico. Cojamos dos botellas de cava (ese fue el experimento que realicé), abrámoslas y una de ellas la “tapamos” con la cucharilla invertida, dejándolas a temperatura ambiente. Al cabo de unas horas comprobamos que la pérdida de gas – lo que vulgarmente llamaríamos “desbravamiento” – es idéntica en ambas. Han perdido gas y se muestran sosas al paladar. Hagamos el mismo experimento en la nevera a unos 4 grados centígrados. La botella abierta sin más pierde el picor del gas al cabo de unas dos horas, aunque se constanta que conserva al paladar “trazos” que a temperatura ambiente ya habrían perdido. En cambio la botella con la cucharilla conserva un picor casi original hasta al menos 24 horas después de su apertura

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